En la hemeroteca de Landrú, entre cientos de papeles y dibujos, nos topamos con cuatro páginas sueltas de una entrevista que la periodista Norah Cooke le realizó al humorista gráfico Juan Carlos Colombres. Por una cuestión de espacio, la publicaremos en cinco entregas. ¡Se va la primera!
Lo vi entrar bronceado, elegante, con su loden verde y una carpeta de trabajo. En ella hay un chiste que saldrá el domingo en “Clarín”: Un hombre se ofrece para equilibrista en el circo, le preguntan si tiene experiencia y contesta que sí, que es jubilado.
Estamos en la confitería St. James, en Córdoba y Maipú. Landrú me habla de sus comienzos: “Empecé en el año 45, en la revista ‘Don Fulgencio’, de Lino Palacio. Me presenté ante él con una carpeta de dibujos con el texto debajo y a la semana los publicó. Entonces me animé y fui a ‘Cascabel’, y también publicaron mis chistes. Todavía conservo el espíritu amateur, es decir, hago un dibujo en ‘Clarín’ hoy, y mañana me levanto temprano para ver si lo publicaron, en qué sección, cómo salió”.
Percibo su carácter positivo, su entusiasmo, que es una persona comme il faut. Sus ojos sonríen, la mirada trasluce franqueza y una chispa de alegría. Para Landrú, humorista se nace; él desde chico tenía habilidad para dibujar, escribir, hacer revistas y murales en el colegio. “Hasta escribí una Biblia, cuando estaba en segundo año del nacional, se llamaba ‘Génesis Novísimo’. Era una teoría de la formación del mundo, el primer hombre no era Adán sino Borié, tenía el cuerpo invisible y el alma material. El alma era una barra de chocolate, se la comió y se hizo visible. Se casó con un palo borracho y tuvieron muchos hijos de los que descendió la humanidad”.
Su mente está predispuesta para el humor, en cualquier situación ve chistes, que a veces se basan en la “lógica del absurdo”. Como ese de una señora que dice: Estoy esperando que nazca mi hijo para saber cómo se llama. Recurre también al juego de palabras: “empamucha”, es mucha empanada; “junionesa”, mayonesa en junio.
Sí, Landrú tiene sentido de juego, espíritu lúdico que se trasunta incluso en el sonido de su voz, con ecos de risa y sonrisa. Ha logrado llevar el juego al trabajo, un ideal humano, y por eso conserva el asombro del niño, la eterna juventud. Así como su estilo creativo es inconfundible, pocos conocen su rostro. “Yo voy por la calle con Garaycochea, por ejemplo, y todos lo saludan a él. No voy a la televisión, en primer lugar porque la intimidad se pierde y me gusta salir sin que me reconozcan, además porque la gente cuando me conoce sufre una desilusión”.
¿Por qué?
“Porque dicen que soy muy serio, que tengo cara de veterinario o de abogado, pero no de humorista, pues creen que el humorista es un payaso. Entonces, para que no se desilusionen prefiero que me asocien con… ¿Sabe quién fue Landrú?
Sí, un famoso asesino de mujeres francés. ¿Por qué eligió ese seudónimo?
“Mis primeros dibujos los firmaba Colombres, pero mi hermano es pintor y se enojaba cuando salían en la revista ‘Don Fulgencio’ y ‘Cascabel’, porque le preguntaban cómo siendo tan buen pintor hacía esos dibujos. Ahora él dice: Soy el hermano de Landrú, antes le parecía que lo que yo hacía era de poca importancia. También pensé que era mejor firmar con seudónimo, pues en 1945 trabajaba en Aeronáutica, y como hacía chistes políticos en ‘Cascabel’, era mejor que no me individualizaran.
Respecto de la elección de ‘Landrú’, Faruk, el hijo de Lino Palacio, me dijo que de perfil era parecido al famoso asesino, y como también era más pegadizo que Colombres, lo adopté. Fue grande mi sorpresa cuando supe, tiempo después, que había sido ejecutado en Francia el 19 de enero de 1923, justo el día en que nací.”
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