Admirador de Landrú desde los comienzos de su carrera, Rolando Hanglin repasa momentos, costumbres y personajes que puso en práctica gracias al genial humorista gráfico. La nota forma parte del libro “El que no se ríe es un maleducado”, editado en 2014 y presentado en sociedad en la Legislatura porteña. Aquí lo transcribimos.
Siempre fui fanático de Landrú. Primero fui lector de Tía Vicenta desde el número 1. Y también le he robado algunas cosas para mis esquicios de humor, porque Landrú es una enciclopedia de las costumbres y los prejuicios argentinos. Increíblemente siempre dio en el clavo en todas las observaciones. No inventó. No macaneó. Cada palabra que Landrú ha encontrado siempre fue exactamente lo que se decía, lo que se usaba, lo que se acostumbraba. Es que siempre fue muy observador y muy caminador de Buenos Aires. Creo que ahí está uno de sus secretos. El otro es su extraordinario talento.
Mi favorito era el “Campeonato de los reblán”, los reblandecidos, que eran los viejitos verdes a los que les gustaban las chicas… Landrú sintonizó perfectamente la afición por las mulatas, que es una fijación del hombre argentino, y del porteño sobre todo. Eso es algo de Landrú que siempre me gustó mucho.
Otra cosa que me gustó siempre mucho fue el mundo de María Belén y Alejandra, porque todas las cosas que decían de mersas, de bienudos, de normales, eran las que nosotros, en nuestra juventud, usábamos. Queríamos parecernos a los personajes de Landrú. Créanme que cuando teníamos veinte años queríamos usar las palabras que Landrú recomendaba. O sea que era como que Landrú nos daba libreto, como para entablar conversación con determinadas chicas y no equivocarnos en las palabras que eran contraseña, de estar in o de estar out… De ser un tipo bien o un mersón cualquiera. Y esas palabras había que sabérselas de memoria. Porque algunas las usábamos naturalmente. Pero otras, como colorado en lugar de rojo, bueno, había que estar atento…
También en “pilchas” Landrú nos marcaba las tendencias. Lo que era mersa y lo que era bien. Por ejemplo, la época de los suéters de Vanlon, que han desaparecido. Tuvieron su época de furor y su época de quemo, como todas las cosas. Hasta los mocasines elegí por Landrú; los de Casa Guido, otro ejemplo, yo los he usado por Landrú, porque él decía que los que había que usar eran los de Casa Guido, Montevideo y Guido… Sus páginas han sido una crítica de costumbres y también una guía para triunfar en la vida. O sea, para gustar a las chicas y estar un poquititito en onda.
Rolando Hanglin nació en Ramos Mejía, Buenos Aires. Periodista, creativo, escritor, hombre de radio, humorista. Figura en revistas como Gente y Satiricón, trabajó en televisión y en 2002 ganó el Premio Martín Fierro al mejor conductor animador del año en radio, por su programa Cartas y Encuentros, por Continental. Otro de sus clásicos es El gato y el zorro, en colaboración con Mario Mactas. Publicó los libros El hippie viejo, El macho tumbado, Cartas de amor prohibido, El gato y el zorro, Esperanza por encargo y El perro interior.