El viernes 8 de julio, en la víspera de su 106º aniversario, la tradicional confitería del Molino reabrió sus puertas al público. Diseñado por el arquitecto Francisco Gianotti, el emblemático edificio ubicado en la esquina de Rivadavia y Callao se inauguró el 9 de julio de 1916 y cerró sus puertas en enero de 1997. Veinticinco años después, el público podrá volver a disfrutarlo en todo su esplendor.
CAFECITOS CON MASAS FINAS
Considerado un emblema del Art Noveau, el edificio se caracterizó por la calidad de sus materiales y terminaciones. Al estar ubicado frente al Congreso, fue el lugar elegido por legisladores para tomarse un cafecito con petit fours entre sesión y sesión y sus paredes son, seguramente, el mudo testigo de arreglos y conciliábulos políticos de toda índole, como bien ilustró Landrú con ironía en tantas viñetas. O como en este chiste, publicado en el diario El Mundo en 1964, en el que se refiere a la expresión “hacerse la rabona”, aludiendo a que los diputados se ausentaron o faltaron a su trabajo.
En enero de 1997 cerró sus puertas, se deterioró y hasta fue ocupado. En octubre de ese mismo año se lo declaró Monumento Histórico Nacional. En noviembre de 2014 se aprobó la ley para expropiar el inmueble, que quedó bajo el control del Congreso.
EL RENACER DEL MOLINO
Las obras de restauración comenzaron en 2018, no se interrumpieron durante la pandemia y el Congreso de la Nación contrató a 40 especialistas de distintas áreas para regresar al Molino a su antiguo esplendor.
Los ocho mil cupos dispuestos para visitarlo el viernes 8 de julio están agotados, por lo que se abrió una nueva fecha para el 21. La apertura de las inscripciones estarán abiertas a través del formulario del sitio web oficial del Molino a partir del lunes 18 de julio.