María Belén y su inseparable amiga Alejandra son dos chicas bienudas que llegaron a la revista Tía Vicenta en los 60′ como protagonistas de una exclusivísima sección llamada “La Página de Barrio Norte”.
Tal fue el éxito del personaje, que en 1966 tuvo su propia revista como suplemento del diario El Mundo.
Este verano, María Belén se tomó unos días de vacaciones en Mar del Plata y el que sigue fue el diálogo que mantuvo cuando se encontró con Alejandra. ¿De qué hablaron? De cosas importantísimas, como los anteojos de sol que se usan esta temporada.
EL DIÁLOGO DE MARÍA BELÉN Y SU AMIGA ALEJANDRA EN MAR DEL PLATA
—¿Cuántas horas pusiste para llegar de Mar del Plata, gordi?
—Cuatro. ¿Y vos?
—Tres y media.
—¡Qué bárbara! Te vas a matar y qué sé yo. ¿A cuánto viniste?
—Yo qué sé. El auto parecía un bólido. Este Chonchi cada día maneja más rápido. Es una bestia peluda.
—Nosotros vinimos como un balazo. Pasamos a todos los autos.
—Menos a nosotros, vieji. ¿Viste cuántas mersadas se ven en el camino? Esos que vuelven manejando en pantalón de baño me postran, me postran, me postran.
—Son requetepostrantes. Un asquete. Recién ahora descubrieron las quemadas patillas y cada vez se las dejan más largas.
—¡Qué opio! ¿Y vos por dónde anduviste en Mar del Plata que casi ni te vi?
—¿Cómo que no nos vimos? En la playa estuvimos juntas.
—Sí. Pero después te perdiste de vista.
—Estuve recorriendo boliches y restaurantes. Por su, estuve en La Cacerola, pero hay otros restaurantes que son la lo, como Tempone’s, que sirven comida italiana exqui; y el Mesón Navarro, que se especializa en mariscos y qué sé yo.
—Y las boîtes, ¿qué tal?
—Ye-Ye va primera en el ruido. Segunda, algo más tranquila, Zum. Kraka está pintando muy bien; el disc-jockey es Saravia y la decoración es regía. Uno entra como por un tubo por una especie de caño gigantesco. Pero tienen unas ventanas inmensas que van a tener que tapar, porque muchos avivados se escapan sin pagar y yo qué sé. Y vos, ¿por dónde anduviste?
—En Equinox. Hice tanta vida de playa que a la noche estaba muerta, muerta, muerta. Así que no recorrí muchos boliches.
—¿Y qué tal Equi?
—Un amor. Ahí le daban a Nenón Otamendi la despedida de soltero.
—¡No te puedo! ¿Se casa Nenón?
—No, gordi. Deja de ser soltero y pasa a solterón.
—¡Qué diver! ¿Viste las nuevas modas de playa?
—Por su. Las polleras tahitianas y las sombreros texanos. Nosotras ya habíamos comprado pilas.
—Y los anteojos lechuza.
—Por su. Miusta como me quedan.
—Te quedan regios. ¿Sabés que Paul me sacó pilas de fotos con la bikini que el viejo me trajo de París?
—Yo no me saqué fotos en bikini porque todavía estoy algo fuerte de caderas.
—¡También, con los sándwiches que comes!
—¿No probaste los que vende Eros?
—¿Eros? ¿Cuáles? ¿Los que vende Hortensio?
—Por su. El Super Eros. Tiene pavita, palmitos, jamón y huevo. Es exqui, exqui, exqui.
—¿Y a Mirnita la viste en Mar del Plata?
—No. Seguro que se fue a castigar pasarela a la requemante Bristol.
—Yo la vi cuando se probó su bikini violeta con flores terracota fosforescentes. ¿Sabés lo que me dijo la piruja?
—¿Qué te dijo?
—Que como apareció la ley de censura, cuando se pusiera la bikini en “la Perla del Atlántico” se iba a colocar en la cicatriz que se forma en el vientre después de secarse el cordón umbilical una cinta autoadhesiva protectora antibiotizada.
—¿Qué quiso decir con eso, gordi?
—Que se iba a poner en el ombligo una curita.
—¡Qué opio! ¿Y por qué?
—Qué sé yo. Mirna Delma cree que mostrar el ombligo podría repugnar a la moral y las buenas costumbres, podría ir contra la seguridad del Estado y oponerse a la filosofía de la Revolución.
—¡Qué ridi!
—Además, Mirnita tiene un complejo: cree que tiene el ombligo de tiro corto.
—¡Qué diver! Nada que ver.
—Por su. ¡Nada que ver!
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