El señor Porcel fue a la mesa donde le tocaba votar. El presidente firmó el sobre, se lo entregó y le dijo:
—Puede pasar al cuarto oscuro.
—¿Al cuarto oscuro? —preguntó asombrado el señor Porcel— ¿Y por qué oscuro? ¿Todavía siguen los cortes de luz? Yo creí que con la anulación de las concesiones a la C.A.D.E. no habría más apagones.
—No —explicó el presidente de mesa, sonriendo —. Le decimos cuarto oscuro, pero en verdad está iluminado.
—¡Fraude! — gritó el señor Porcel— Si el cuarto es oscuro, no puede estar iluminado.
—Es que se le dice oscuro por costumbre —respondió con calma el presidente—. Es oscuro, pero hay luz.
—¿Así que usted para decir una cosa dice otra? —protestó el señor Porcel— ¡Es extraño! Porque entonces, según usted, si yo quiero votar por los intransigentes tengo que votar por los del pueblo.
—No, no —balbuceó el presidente, que comenzaba a confundirse —. Si usted quiere votar por los intransigentes, debe poner una boleta intransigente.
—Pero da la casualidad de que yo soy demócrata cristiano. Y porque a usted se le ocurra, por más presidente de mesa que sea, no voy a votar por Frondizi siendo demócrata cristiano, en un cuarto oscuro que está iluminado.
—Pero . . . ¿qué dice? —tartamudeó el presidente—. Si me dice por quién va a votar, tengo que anular su voto.
—¿Que va a anular mi voto? —rugió el señor Porcel—. ¿Qué voto? Si yo todavía no he votado. ¿Cómo voy a votar en una mesa donde los cuartos oscuros tienen luz?
—Pero es que …
—¡Pero un demonio! —gritó el señor Porcel perdiendo la paciencia—. Ya estoy asqueado del fraude. Ustedes, los políticos, son todos iguales. Por mí que ganen los intransigentes, los del pueblo o los socialistas, que es lo mismo. Pero lo que es yo ni aunque me maten voy a votar en un cuarto oscuro iluminado. Me iré a otro lado.
Y el señor Porcel fue a otra mesa, se acercó a un fiscal con una boleta en la mano, y le dijo:
—Le cambio esta boleta demócrata cristiana que tengo repetida por dos votos en blanco.